OTELO EN VALLEJO



Por Luis Román Díaz González

“¡Ya ni pedo…!
¡Me entró el diablo!”
Erick Francisco

I
1º Escena: Es domingo 9 de febrero, mientras mucha gente alza la vista y mira la luna de nieve. Ingrid una mujer de unos 25 o 27 años de edad, estatura media, delgada, guapa, cabello corto, baja de un automóvil compacto, está de mal humor, adentro está Erick Francisco, su compañero sentimental desde hace 5 años, un hombre de 46 años de edad, ingeniero civil, divorciado. Ella viste jeans azules, ajustado, se asoman sus caderas exuberantes, una blusa escotada, y zapatillas. Él una playera azul marino, jeans y tenis. Son cerca de las 9 de la noche, en la colonia vallejo, en la calle Tamagno.
Ingrid (baja del auto compacto color blanco, trae en las manos bolsas y con el pie derecho avienta la puerta): ¡Qué bien chingas! ¡Contigo siempre es lo mismo! ¡Nunca vas a cambiar ojete!
Erick (sale del auto, enfadado, trae en la mano izquierda un montón de monedas de $ 1, se los avienta al rostro de Ingrid, quien se cubre) ¡ya cállate! ¡Todavía de que andas de puta, te pones al pedo! ¡Culera!
Ingrid: ¡Vete a la puta chingada! ¡Y apúrate para darle de comer a tu hijo! ¡En él debes de pensar! ¡No en cuidarme las nalgas!

II
2º Escena: Es el departamento 502, Ingrid y Erick han subido por las escaleras, se notan sofocados. Ella abre la puerta.
Ingrid: ¡Ya llegamos Chiquillo! ¡Rudy! (Rodolfo es hijo de Erick, tiene 15 años, padece autismo, está sentado en el sofá, mirando el televisor, parece una estatua. Su piel es pálida, sin rostro no tiene expresión). ¡Mira lo que te compré! ¡Yogurt y palomitas!
Erick: ¿Le compraste? ¡Jodida! ¿Qué vas a tener para comprar?
Ingrid: ¡Ya deja de decir tanta pendejada! Y atiende a tu hijo…te dije que ya no tomaras.
Erick deja las bolsas en la mesa, toma una cerveza, abre la bolsa de papas fritas, se la acerca a Rodolfo.
Ingrid: ¡Dale de comer! ¡Deja de embriagarte!
Erick: ¿Quieres una cerveza o te preparo un wiski?
Ella le señala la cerveza, ambos van a la cocina. Se oscurece la escena.

III
3º Escena: El reloj marca las 3 de la mañana, se escucha música de banda a alto volumen. Erick está sentado en el sofá bebiendo wiski, se levanta y saca de un cajón de su vitrina, una bolsa de plástico pequeña, el polvo blanco lo vierte en la mesa y comienza a inhalar. Ingrid entra a la sala. Lo observa, se nota que está molesta.
Ingrid!: ¡Bájale a esa madre! Rudy está durmiendo… lo vas a despertar
Erick: ¿Vas a empezar?  Si lo despierto es mi hijo ¡Vete de aquí, pinche zorra!
Ingrid: ¡Ya cállate!... (Sale de la sala, se dirige a la cocina, se oyen ruidos de trastes. ¡Regresa y en su mano derecha trae un cuchillo filetero)…! ¡Ya me cansaste! ¡Vete o te mato! ¡Te juro que te mató! (Él se vuelve a ella y le dice)
Erick: ¡Si lo vas usar! ¡Hazlo! Porque si no, te lo voy a quitar y te voy a dar en la madre. (Ella se abalanza contra él, y le da un cuchillazo en el cuello, cerca de la nuca, le brota la sangre. Él se agacha y le da puñetazos en la cabeza, ella cae al suelo, y comienza a patearla. Ella, le da dos o tres cuchilladas, suelta el cuchillo, y frente al ahorcamiento, le rasguña la cara, el cuello, las orejas. Él toma el cuchillo, y comienza a apuñalarla, una, dos, tres…cinco veces). ¡Ya me tienes hasta la madre! ¡Puta desgraciada! ¡Maldita!
Ingrid ya no muestra signos de vida, él no deja de golpearla, se levanta, el piso está lleno de sangre. La música ha opacado los gritos e insultos. Erick, se levanta, está bañado de sangre. No se da cuenta, que Rudy, ha estado mirando todo, desde el marco de la puerta. Ambos se miran.
Erick: ¡Vete! ¡Ve a dormir! ¡No te espantes!
Rudy, no dice nada, sale de la habitación. Erick, se queda de pie un rato, va a la cocina, saca otros dos cuchillos, toma las bolsas del supermercado. Se agacha, y mira el cuerpo de Ingrid. Sin pensarlo, encaja el cuchillo en el vientre de ella, comienza a cercenar el cuerpo. Se levanta, toma el teléfono celular y marca, responde una mujer, es su ex esposa: “¡Ya valió corneta la Ingrid! ¡La maté! ¡Ven por Rudy!
Corta la llamada. La escena es escalofríate, la sangre inunda la habitación. Erick coloca pedazos de piel, vísceras y huesos en las bolsas. Se ha quitado la playera, y su torso desnudo, está lleno de sangre. Abre la puerta y sale, baja las escaleras, a su paso va dejando huellas de sangre. Los vecinos miran a través de las ventanas.
Baja del edificio, camina unas tres o cuatro calles, y ahí deja las bolsas. El aura comienza a clarear la mañana.
Hace tres o cuatro viajes de esta manera, en el último, el cadáver de Ingrid, ya no tiene la mitad de la piel; el tórax, las piernas y el rostro son huesos. Rudy, observa todo.
A lo lejos se escuchan sirenas de la patrulla, se oyen ruidos en el pasillo, tocan de manera insistente ¡La policía! ¡Abra o tiramos la puerta! No es necesario, Erick mismo abre la puerta, lleva el cuchillo, y está bañado en sangre. Policías preventivos y de investigación entran pistola en mano, empujan y tiran al suelo a Erick quien no opone resistencia, al contrario. Les dice a los policías.
Erick: ¡Tranquilos! ¡Está allá! ¡Ya no la soportaba!
Los agentes también someten a Rudy, no se percatan de que es un niño autista.

IV
El día 10 de febrero el fiscal general de la república, admitió que los feminicidios en México han aumentado un 137%.
El asesinato de Ingrid ha causado estupor, terror, miedo, asco. De acuerdo a la fiscalía especializada en feminicidios de la alcaldía GAM. Se sabe que Ingrid, desde hace unos meses había denunciado a Erick de violencia familiar, la denuncia no prosperó, pues las autoridades le exigieron dinero a cambio de agilizar el trámite.
Erick era divorciado, con su ex mujer procreó a Rudy, y el motivo de su separación fue la violencia, fundamentada en los celos enfermizos.
En el primer interrogatorio según El Universal Gráfico (Niño autista Presenció Cómo Su Papá Desolló a Ingrid, 11/ II/ 2020. p. A 18), Erick declaró:
- ¿Por qué la destazaste?
- Es que no quería que nadie se diera cuenta.
- ¿Dónde tiraste los restos?
- Al drenaje, ahí los aventé
- ¿Por qué lo querías ocultar?
- Por vergüenza, por miedo.

V
“¡Oh, mi señor, cuidado con los celos! Es el monstruo de ojos verdes, que se divierte como el gato con el ratón”.
Otelo
Shakespeare

¿Cuándo surge el riesgo de ser agredida hasta perder la vida? El punto de máximo riesgo físico para la mujer suele ser el momento de la separación, cuando la mujer se rebela y cuando el varón se da cuenta de que la separación es algo inevitable.
El riesgo aumenta si ha habido con anterioridad violencia física y un aumento creciente de los episodios violentos, si hubo agresiones o amenazas con armas u objetos contundentes, si el hombre no acepta radicalmente la separación, si ejerce conductas de acoso, si consume alcohol y drogas o si muestra alteraciones psicopatológicas.
Además, muchos de estos agresores tienen una historia de conductas violentas, bien con parejas anteriores, bien con otras personas, por ejemplo, compañeros de trabajo. O bien consigo mismos, intentos de suicidio, y muestran una situación social complicada, por ejemplo, estar desempleados.
En el caso de los homicidios contra la pareja, los malos tratos habituales, el abandono y los celos o las conductas controladoras extremas constituyen una trilogía letal.
La ruptura no deseada de la pareja desencadena en el hombre graves consecuencias de íntimo dolor y frustración. Todo ello, valorado como una agresión injusta, puede incitar a la venganza, sobre todo cuando el agresor se siente humillado, carece de una red de apoyo social y tiene problemas económicos.
Lo que frena a la víctima para presentar la denuncia es, entre otras razones, el miedo a la venganza del agresor, la desconfianza en el sistema policial y judicial, el deseo de no perjudicar al agresor (por la dependencia emocional hacia éste) y de no causar problemas a los hijos, el temor a la desintegración de la familia o el sentirse parcialmente culpable del fracaso de la relación.
Ahora bien, una denuncia, si no hay una protección efectiva de la mujer y no se cuenta con un cierto apoyo social y familiar, puede ser una mala decisión. La denuncia supone hacer trascender el problema del ámbito privado al público.
En concreto, la violencia más grave tiene lugar cuando la pareja está separada o en trámites de separación, cuando el agresor no acepta la separación impuesta por la víctima y cuando hay conductas de acoso durante las últimas semanas.
Respecto al método de agresión, el apuñalamiento o los objetos contundentes son la forma más habitual de muerte, seguida de los golpes que pueden generar un traumatismo craneoencefálico, los estrangulamientos con manos o cuerdas y las armas de fuego.
Es decir, “Se asesina de cerca, a golpes y puñaladas. En general, hay una extraordinaria brutalidad, un factor sorpresa y una situación de indefensión por parte de la víctima. Se produce a veces también un furor homicida, reflejado en la reiteración de un número de puñaladas innecesario para provocar la muerte” (Marchiori, Psicología Criminal, 2018).
El síndrome de Otelo, que también es llamado delirio de celos mono sintomático, recibe su nombre por el drama de William Shakespeare “Otelo, el moro de Venecia” (Shakespeare, 1999) donde el personaje va elaborando un sinfín de sospechas sobre la supuesta infidelidad de su pareja hasta asesinarla y caer en suicidio.
La persona que experimenta el síndrome de Otelo da por sentado que es víctima de una conspiración y se siente traicionada por su pareja sentimental o por otros individuos que, de alguna forma, cree que le pertenecen.
El Síndrome de Otelo termina en numerosas ocasiones en violencia de género o incluso en homicidio. Así pues, ante los primeros indicios es conveniente tratar con un profesional.

Perfil Psicológico del Homicida
Los hombres homicidas pueden mostrar una gran dependencia emocional hacia su pareja: “yo tengo solamente una vida y mi vida sólo tiene sentido con ella”. Estar obsesionados por ella: “La necesito junto a mí, no hago más que pensar en ella y debe estar siempre conmigo”; o no asumir la ruptura: “En estos cinco años lo he dado todo por ella; no puede ahora abandonarme”.
En la mente de los futuros homicidas se empiezan a desarrollar, a partir de una creencia fija, ideas obsesivas prolongadas y perseverantes que suponen una visión catastrofista de la situación actual : “Mi vida no tiene ningún sentido”; “Todo va de mal en peor”; “hay que acabar con esto” y una atribución de culpa a la mujer: “Mi mujer es culpable de todo lo malo que me ocurre”; “Me mira con malos ojos y me desprecia”; “Quiere abandonarme”; “Me engaña con otro”, sin ninguna esperanza en el futuro :“Haga lo que haga, todo va a ir de mal en peor”.
El resultado final de este proceso puede ser un homicidio, a modo de conducta explosiva, coincidente con el momento en el que el agresor se siente ya desbordado por la situación de malestar y se muestra incapaz de articular algún tipo de solución. De este modo, se genera un desequilibrio profundo y surge la convicción de la muerte homicida como algo inevitable: “Ya no hay nada que perder”.
“La probabilidad de un feminicidio es mayor cuando el agresor presenta un estilo de conducta violento o alteraciones psicopatológicas, trastornos de personalidad graves, deterioro cognitivo en personas mayores, consumo de alcohol y drogas, etcétera, cuando la víctima es vulnerable y cuando la interacción entre ambos está sujeta a un nivel alto de estrés, situación económica precaria, problemas de vivienda, hijos difíciles, drogadicción”.
Los asesinos de pareja se suicidan en torno a un 20% y lo intentan, sin conseguirlo, en un 10% de los casos. Es decir, los suicidios e intentos de suicidio en los homicidios de pareja suponen casi un tercio del total. Se suicidan frecuentemente con el mismo instrumento usado para matar, no con el menos doloroso y no suele haber habitualmente notas explicativas.
El suicidio se da más en los agresores más integrados familiar y socialmente, por temor a las repercusiones negativas de la conducta realizada. Se trata en estos casos de un suicidio evitativo, cuyo objetivo es evitar las consecuencias posteriores del homicidio rechazo social y castigo penal.
En otros casos los asesinos se entregan a la policía. La estrategia utilizada es no huir o entregarse. Se trata en estas circunstancias de personas que se hallan en una situación de shock. En general, y a diferencia de otros homicidios vinculados al narcotráfico, al terrorismo o al ajuste de cuentas, los hombres no intentan la huida, excepto que tengan antecedentes de peligrosidad delictiva.

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